Todo se va. Por eso recojo palabras, como hace el viento con las hojas, aparentemente un capricho… pero está en la naturaleza del viento girar, en la mía escribir. No sé porqué esta necesidad de compartir una mirada que se vuelve palabras. Quizás porque no puedo sustraerme a la idea de trascendencia.
Creo que en cada una de nuestras vidas hay una mirada sobre el mundo y es importante en su intensidad, su fragilidad, su belleza. Escribo porque miro para ver, porque escucho, porque puedo tocar el mundo, porque quiero acariciar el mundo, llorar el mundo, darle la vuelta.
Porque las palabras se han hecho en cuerpos que existieron antes de nosotros y retienen su vida; porque las palabras se han hecho con la materia de nuestras bocas, intento ver dentro de las palabras.
Las palabras nos habitan.
Escribo porque el lenguaje es magia, belleza, sonido…, a veces dolor. El lenguaje es pura transformación y la Poesía, es el alma que habita el lenguaje, que late debajo de las palabras, que modifica el ánimo de quien se encuentra con ella. Es cada palabra un infinito reducido a signos gráficos, a sonidos, una cinta de Moebius escondida en la que perdernos, espejismo de lo real y vida al tiempo. ¿Qué hay si no bajo las palabras que escribimos? ¿Qué hace que se transformen misteriosamente, diferentes cada vez que volvemos a ellas? ¿Por qué un buen libro es maravillosamente nuevo cada vez?
Poesía como abrir interrogantes, sobre la tierra pero también hacia las estrellas y más allá. Quiero una poesía viva que no se asuste de hablar de la muerte, que pueda llegar a entender alguien que la lea dentro de diez, veinte o treinta años sin tener que recurrir a enciclopedias que le hablen de qué era tal cosa en el siglo veinte o en el veintiuno. Quiero poesía alimento, poesía para respirar, refugio para la inteligencia, el corazón, la piel. Una poesía “peligrosa” que te pueda arder en las manos, que pueda contaminarte, que pueda nacerte un árbol en cada palma, un sol – dardo – aveparatusojos – que te deje volar.
Esther Muntañola.
Creo que en cada una de nuestras vidas hay una mirada sobre el mundo y es importante en su intensidad, su fragilidad, su belleza. Escribo porque miro para ver, porque escucho, porque puedo tocar el mundo, porque quiero acariciar el mundo, llorar el mundo, darle la vuelta.
Porque las palabras se han hecho en cuerpos que existieron antes de nosotros y retienen su vida; porque las palabras se han hecho con la materia de nuestras bocas, intento ver dentro de las palabras.
Las palabras nos habitan.
Escribo porque el lenguaje es magia, belleza, sonido…, a veces dolor. El lenguaje es pura transformación y la Poesía, es el alma que habita el lenguaje, que late debajo de las palabras, que modifica el ánimo de quien se encuentra con ella. Es cada palabra un infinito reducido a signos gráficos, a sonidos, una cinta de Moebius escondida en la que perdernos, espejismo de lo real y vida al tiempo. ¿Qué hay si no bajo las palabras que escribimos? ¿Qué hace que se transformen misteriosamente, diferentes cada vez que volvemos a ellas? ¿Por qué un buen libro es maravillosamente nuevo cada vez?
Poesía como abrir interrogantes, sobre la tierra pero también hacia las estrellas y más allá. Quiero una poesía viva que no se asuste de hablar de la muerte, que pueda llegar a entender alguien que la lea dentro de diez, veinte o treinta años sin tener que recurrir a enciclopedias que le hablen de qué era tal cosa en el siglo veinte o en el veintiuno. Quiero poesía alimento, poesía para respirar, refugio para la inteligencia, el corazón, la piel. Una poesía “peligrosa” que te pueda arder en las manos, que pueda contaminarte, que pueda nacerte un árbol en cada palma, un sol – dardo – aveparatusojos – que te deje volar.
Esther Muntañola.
Hay personas que nacen con el impulso de cantarle al mundo. Una vocación innata que crece sin límites y se convierte en una necesidad, la de absorber el entorno como un embudo y transformarlo en algo nuevo, con el tamiz de una mirada especial.
ResponderEliminarLa magia de una creación con latido propio que crea el compás que todos bailamos al entrar en tu órbita.
Tu dulzura se refleja en tu obra con ese tempo, reposado y melancólico que siempre tuviste. Tus palabras y pinceladas resuenan en mis recuerdos, con orgullo y dicha de haber compartido un remoto tramo de la vida que tuvo muchos significados insospechados.
Un amigo pretérito, perdido en las neblinas de la memoria, que te quiere. V
Cuando nadas al galope de este mundo que viaja escondido tras la pantalla de tu ordenador y te topas, de golpe, con las palabras que andabas buscando, en un blog de la séptima página de tu buscador, NO es casualidad. Cuando indagas en él y te definen el hambre de escribir que te sopla en el pecho y brota de tus dedos al son de cualquier instrumento del que emane algo de tinta, sobre cualquier superficie que puedas esconder en el bolsillo del vaquero, te mosqueas. Cuando ves que su autora, una vez, cuando los días de verano aún eran largos, te dio clase en un lugar de tizas voladoras e iniciales de primeros amores garabateadas con típex en una mesa verde con cajonera, sonríes, sin alternativa...
ResponderEliminarPaula G.
Qué bonito reencontrarte. Cuánto me alegra saber que tú también buscas con palabras. Espero que todo te esté yendo bien. ¿Cómo éstas?
ResponderEliminarUn abrazo, Esther.