Poetas en cadena
Segundo eslabón: Esther Muntañola
'El árbol' de Esther Muntañola es el poema que Berta Piñán, el primer eslabón, ha elegido para continuar con la serie de 'Poetas en cadena'
EL ÁRBOL
Cuando llegué a la casa ya estaba el árbol. Apenas vivo, algunas hojas como plumas, erizadas y sueltas, en desorden. No me
gustó, no me gustó nada, ocupaba un buen espacio, el macetero medio roto,y no había hoja sana. Mi hermano podó el árbol, cambié el contenedor y la tierra y conviví con él sin pena ni gloria los años siguientes. No sabía cómo hacer para que luciera mejor. El tronco endeble, las hojas duras se resquebrajaban con mirarlas. Y ya estabas tú en el centro de mi vida cuando cayó aquella granizada que lo apedreó y estuvo casi un año hecho jirones.
No sé cómo, pero poco a poco comencé a querer a aquel árbol inútil y feo, a refrescarle el verdor, a mantener la tierra limpia de minadores, de pulgones, y todas las plagas que residían encantadas a su lado. Este invierno, ocho años después, me hizo llorar, lleno de flores, lleno de hermosas abejas zumbando embriagadas, lleno de vida. Cientos de flores. Qué esfuerzo tremendo. Y el aire lleno de olor.
Llegó la nieve, tuve miedo por él, las heladas se contaron en más de diez, volvió el granizo y no pude cubrirlo, pero aún quedaron granos preñados, se estiraron los días y se volvieron dorados los frutos. Hoy mordemos a medias este níspero humilde, hecho de sol y maravilla, y nos sabe dulce y vemos que está lleno de simiente, como todo aquello que el amor contiene.
Pocas veces siento que todo es perfecto en un poema, que todo encaja, avanza y encaja y avanza como si fluyera empujado desde dentro del texto, como si el poema mismo atendiera solo a su necesidad de ser y existir. Pues esta es precisamente la sensación que tengo con este minúsculo/inmenso árbol de Esther Muntañola. Hay algo también de fragilidad en el texto, algo que pudiera desmoronarse, desvanecerse y que, sin embargo, pulsa por salir adelante y lo hace sin abusar de la emoción, sin abusar del prosaísmo, sin abusar de nada, en realidad. Equilibrio sobre la cuerda floja. Como el propio poema dice al hablar de los primeros frutos, “hecho de sol y maravilla”.
Esther Muntañola (1973), licenciada en Bellas Artes y profesora, ha colaborado en diversas antologías de poesía contemporánea pero su obra se encuentra hasta el momento recogida en dos poemarios, En favor del aire (2003) y Flores que esperan el frío (Trea, 2013). A este último pertenece el poema seleccionado y es precisamente el final de los 44 que componen un libro donde la autora, con la complejidad de la palabra sin artificios, da cuenta del asombro ante la contemplación del mundo.
Berta Piñán
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