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Dibujo: Esther Muntañola |
EL TOPO
Estaba ahí,
acorralado en el ruedo de los curiosos. Sus garas
escarbaban inútilmente el cemento de la vereda,
y sangraban. No avanzaba,
sólo esponjaba y contraía su cuerpo
según su miedo. Y con su hocico,
rosado, móvil, husmeba,
lejos de sus oscuras galerías,
el aire soleado de los hombres.
Jamás habíamos visto un topo.
Habían capturado un mito, un animal
de bestiario. Por eso
nuestra mente demoraba, se estremecía
no podía creer
que bajo la realidad estridente del sol
hubiera otro animal
de carne lastimada como la nuestra.
Este poema pertenece al poemario de José Watanabe (Perú, 1946) "La Pierda Alada". Colección La Cruz del Sur. Editorial Pre-Textos. Valencia. 2005
