Luz Pichel en la presentación de Árbol. |
ÁRBOL ES
ÁRBOLA
Árbol, dice la
portada. No dice el árbol, un árbol, los árboles ¿Hay “árbol” aquí, árbol modelo, árbol
esencia, abstracción, idea? ¿Es abarcable árbol si tú que lo abrazas, bien, eres poeta pero no eres pino, cedro,
roble, leñadora o abejaruco? ¿Cuánto sabe de un árbol otro árbol, un maderero,
un ave? ¿Y si fueras árbola? Quizás si
fueras árbola.
A lo mejor había que haber empezado
por otra pregunta: ¿Se pretende abarcar “árbol” o cobijarse ese día en que eres purita
tiritera ? Este libro ¿quiere estudiar “árbol”? ¿Quiere retratar “árbol”? Vengo de
decir libro y quería decir autora. Digo autora y podría haber dicho lente,
lenta, cámara, cámara lenta, objetivo. Y objetivo también es lo que se busca y
¿qué se busca? ¿un poquito de sombra? ¿dejarse caer un rato, ser lentamente
hoja? ¿La luz hace a la tarde o la tarde a la luz o la palabra las hace a las
dos o? Ah, no, es el pincel. Qué digo, es la cá-. No no, la cámara no, es el
ojo. Ay, no, la mirá- . Bueno, lo dejo
pero ¿Quién hace aquí? ¿Quién
es el sujeto? ¿Quién sujeta algo? ¿y
ese algo? ¿O es que nada se sujeta porque todo cae? Cae el día pero ¿por qué?
¿Por qué siempre la tarde, la tardecita, a
tardiña? También cae el amanecer, ¿o
no? ¿asciende el amanecer? ¿Por qué más
invierno y más otoño?
Hay un libro que nos deja el cuerpo
lleno de preguntas y todas son bonitas, maravilla de regalo, las preguntas. Que
un libro te haga sentir tumbada en la tierra,
que te haga sentir pedacito de algo, cosa menor. Una pregunta más:
¿desde dónde leerlo?, el ojo de la que lee ¿no es también una lente?, ¿elijo un
contraluz?, ¿dónde me pongo?
Leo Árbol como un juego de
representaciones. No como un juego de espejos no, no exactamente, porque esto
no es copia exacta y los espejos copian igualito, casi siempre. Un cruce, un
tejido. Un nudo remite a otro nudo. Sombra como descanso. Sombras como lado
oscuro. Atardecer, puesta de sol, luscofusco
como confusión, como entredós. cabello como copa, nido como casa, tierra como
sostén, cielo como aspiración; la claridad de la palabra y las vidrieras del
enramado, de lo enramado. La libélula, los velos, la luz. O lo que es aire y
golpea los velos y la luz y las libélulas. ¿Hay gravedad? Algo sostiene todo
esto.
Ahora tú eres yo, ahora yo soy tú. Hay
significados, muchos. No están quietos, se trasladan. Ejemplo (perdón): ¿la
levedad pertenece a la hoja o a la libélula? ¿Seguro que no pertenece a ninguna
otra cosa viva o seca, persona o vegetal?
Entramado. Como el mimbre con el que esa señora hace un cesto o el hilo
de la que está tejiendo el chal. Digo cesto y digo chal como podría decir ...,
pero cesto y chal toman algo de árbol, de árbola, mejor. Hay algo vegetal ahí y
algo femenino. La cestera y la tejedora son árbolas.
Las árbolas tienen manos y brazos y
pueden tejer pintar escribir o amarse como hacen las ramas de la copa de un
árbol. Árbol es amor. Eso es, Árbol es definición de amor. Pero no
exactamente. Nada se define, nada se da por tan cierto.
La cámara representa la mirada. Creo que es así pero a su vez la mirada la orienta el
cerebro que sugiere “corta aquí, selecciona esta luz, escribe en el centro de
la página. Ahora abre las palabras como si abrazaran, ahora haz que se muevan
como con el viento, ahora haz que parezcan un pincel o un pino, ahora haz que
el árbol te muestre a la árbola”.
¿He dicho que a la mirada la orienta
el cerebro? ¿De verdad? Lo sabía ¿ves? Te
pasas años escuchando una frase y te la acabas apropiando. Lo hace el estómago,
lo hace la piel lo hace la boca, la mano, y todo se lo atribuimos al cerebro,
maldita sea.
Me siento incapaz de ordenar esto que
estoy escribiendo, ¿cómo se ordena el cruce multiforme disforme natural de las
ramas de un árbol? Esther Muntañola no
lo hace, las deja libres, en su aire.
Yo pensaba ordenar de la siguiente
manera, a b c d e, hasta cinco puntos: a) la palabra representa lo que la mirada
ve; b) el árbol representa a la árbola o las árbolas que están debajo, a la
sombra, cámara en mano; no) la árbola decide, representa todo lo demás pero sobre todo al árbol a la vez que se deja
representar por él; él) pero del árbol ¿qué se ve? ¿Qué se nos da? ¿Qué hora?
¿Qué estación?
Incapaz. Nada de eso explicaría
“Árbol”. “Árbol” no se deja explicar, es demasiado hermoso. Bueno, no pasa
nada, tampoco Esther Muntañola ha sido capaz de fotografíar un solo árbol
entero y sin embargo hizo, construyó, tejió, creó Árbol y hasta creó bosque.
Disfrútenlo y ya está.
Mejor voy a contaros dónde encontré a
la árbola y quién es ella. En mi primera lengua al árbol le llamamos “a árbore”
en femenino. Entonces yo me copié de mi lengua para nombrar así a Esther, árbola.
Un día yo pasaba por allí y me
encuentro a Esther Muntañola sentada debajo del cedro con un caballete un
pincel una cámara un cuaderno. Una rama del cedro le alcanzaba el pelo, se le
enredaba. Hablaba Esther muy despacio, no sé con quién, hacía ruiditos con el
aire el cedro, caían hojas, se estaba
yendo la tarde y la mujer y el
árbol y los insectos y la poquita luz se confundían. Árbol y Árbola se
observaron los nervios, los enveses, los reveses, se pensaron el uno a la otra,
se estremecieron y salió un libro.
Árbol es árbola, la representa. Y árbola es
árbol, lo representa. Pero no: las árbolas caminan, los árboles cuentan años. Árbol tiene el tiempo y árbola tiene el
espacio. Esa es una diferencia importante. En este libro el espacio también le
pertenece al árbol. Bueno, un poco le pertenece: lo recorta, lo ilumina. ¿Lo
ilumina? Pero si es casi de noche, a
tardiña. Lo dibuja, más bien. ¿Lo transforma, Esther? ¿la sombra de un árbol es
una transformación del espacio?
El tiempo sostiene al árbol y
sostiene la hora, la del día, los cambios en la rutina y en la luz, o en las
rutinas de la luz. El tiempo sostiene los otoños y los inviernos. Hora y luz se
cruzan, se dan la mano y usan ramitas y hojas para mostrarse.
Luego, cuando seguí leyendo me di cuenta de
que en realidad la árbola representa el deseo de ser, el deseo de que todo sea,
de que todo tenga, contenga lo que ella ve en Árbol, todo ese amor. Árbol es
AMOR.
Otro día me encuentro a Árbola trabajando,
haciendo fotos, contemplando, imaginando, trasladando significados de un sitio
a otro, tejiendo un chal: efímero significa hoja, significa la tarde, significa
palito recubierto de liquen, significa.
Fruto es vientre mujer caída es nido es alimento. Hoja es cadencia,
vibración, ritmo, es levedad, cámara lenta es cuerpecitos errantes viniéndose
abajo.
Esta manera de tejer también es
escritura. Así la tejedora pasa los hilos, el que hace los cestos, pasa
varillas, el que. Las letras no son
árboles aunque los dibujen porque lo pintado no es el objeto. Son gente, se secan, se llenan de agujeritos,
caen y dejan paso a otras. El árbol no se ve entero, se ve un árb- o un -ol
o una ram- o las hoj- o las -as, o el tron- o un recorte de un bos- o un
-que. Somos un recor-te? El árbol no está completo. Las cosas no son completas,
nada es completo, no existe la com-ple, la com-pli, la ¿complenitud? las cosas
son a los pocos, las cerezas no son redondas, sólo un poco. Las nueces son un
poquito cerebros, las castañas son algo corazones. En Árbol hay cachos de
muchos árboles y todo es árbol igual. El
cielo a trozos, la luz a trizas, las copas a cuartos y a mitades, fragmento, pedazo
de tronco, recorte de bosque, rama, ramita, aguja, trazas de vida, fragilidad como fragilidades.
La árbola, ya te digo: la árbola. La árbola no es que no esté completa es que
está escondida, está en la sombra. Estar está, Esther, está, la árbola, pero pa
un lado.
La encuentras si miras donde parece
que no hay nada, por la grieta que queda entre cosa y cosa, entre pedazo y
pedazo. Si no fuera porque es la que lo
hace todo, la que escribe, la que enfoca, la que dibuja, la que abraza, la que
emborrona, la que pixela, la que aclara, la que descubre el nido, la que escucha
la música, la que interpreta, a veces
parecería que es sólo un resto, una miajita. Y no, lo que pasa es que no se ve
bien porque está oscuro ahí y a ella le gusta ese sitio. Pedacitos de árbol, de
árbola, de lenguajes. Y sin embargo, y esto es lo bonito de ser
contradicciones, está la fuerza, la resistencia al tiempo , el ser centenario
del cedro, su hospitalidad. Al final sí que cuadran las piezas, la
construcción:
Árbol hospeda el nido, acoge al
bichito que vuela, escucha su música, crea
su propia música, protege a las criaturas, protege a nuestra Esther, nos
protege, a veces cura, otras veces resiste, se dobla, habla, escribe extrañas
frases en el aire, se rompe, se entrega
al viento y a la luz, tiembla, y después de muchos años muere. Árbola es un pedazo de árbola. Estamos con
ella celebrando su luz, su movimiento, su hospitalidad, su música, la palabra.
De ahora en adelante, gracias a Esther Muntañola, todos nosotros sabremos cómo
hablar con los árboles al pasar a su lado, y a lo mejor incluso intentamos
imitar su lenguaje. Nos has regalado todos
los árboles del mundo, Esther. Gracias.
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